“Donde la
regla de conducta no es el propio carácter de la persona, sino las tradiciones
o las costumbres de los demás, falta uno de los principales elementos de la
felicidad humana, y el más importante, sin duda, del progreso individual y
social.”
¿Existe algo
más cargado de respeto que la indiferencia? ¿Podemos encontrar una actitud más
sana hacia el prójimo que la impasibilidad?
No paro de
encontrar medidas que aportan, que hacen crecer un colectivo, que lo dotan de
poder, cuando opino que deberíamos perder el respeto a nuestras diferencias,
absorbernos, disipar nuestro origen y convertirlo en nada. ¿Por qué aumentamos,
en lugar de reducir? ¿Por qué crecemos en lugar de encoger? En la nada lo
encontraremos todo. Para ser iguales debemos desaparecer, todos, convertirnos en
seres tan transparentes que apenas se nos vea, se nos distinga, para así poder
ser perfectamente diferentes. Volver al origen, implosionar, no distinguir.
No es
sencillo reestructurar una sociedad como tal, pero no les quepa duda de que una
sociedad civil más fuerte requiere de un Estado más débil. Curiosamente, es
éste uno de los pocos casos en los que sí nos encontramos en un juego de suma cero,
esto es, una de las partes debe reducirse en favor de la otra, y viceversa.
Paradójicamente,
los que se creen con el derecho de alzar la voz moral en el siglo XXI son los
encargados de subrayar las diferencias que nos distinguen, que nos hacen
únicos, para que no se nos olvide que somos diferentes. Para ellos no somos
simplemente individuos, somos mucho más complejos, como nuestros problemas,
necesitados de más y más lucha reivindicativa, hasta rozar el absurdo en según
qué ocasiones.
Simplificar,
como primer paso hacia una complejidad completa, libre e individual, porque no
somos simplemente hombres, mujeres. Debemos descomponernos, volver al
individuo, y dotarle del poder que decida. No distinga, no compare. Absórbase,
pierda el color, y vuelva al individuo, gris y único.
Si pasea
usted de la mano de la verdad, no le interesaran los prejuicios ni el
conflicto, y es por ello que deberá luchar continuamente por sí mismo, para que
no le quiten lo poco que le queda ya, que no es sino usted.
La igualdad
es compleja, pues no entiende de equilibrios sino de igualdad de oportunidades,
y es por ello que la responsabilidad, intrínsecamente, debe dar un paso
adelante a pesar del sentimiento paternalista (y colectivista) impregnado, de
momento, en la sociedad española.
“Que cada ocupación esté abierta a todos, sin favores ni perjuicio alguno, y los empleos caerán en manos de aquellos hombres o mujeres que, según la experiencia, sean los más capaces de ejercerlos dignamente.” Individuo, siglo XIX.
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